Esta exposición busca hacer visible la represión y la rearticulación del movimiento sindical después que las organizaciones fueran reprimidas e ilegalizadas luego del golpe de Estado y la posterior lucha que los trabajadores llevaron a cabo durante la dictadura para reconstituir el movimiento, reinstaurar la democracia y exigir el reconocimiento de sus derechos tras la imposición de un nuevo modelo político y económico.
A través de documentos, fotografías, testimonios audiovisuales y objetos que forman parte de la colección del Museo, la muestra recorrerá desde la situación del movimiento sindical con anterioridad al 11 de septiembre de 1973 hasta la transición hacia la democracia en los 90´. En este recorrido, profundizará en el desmantelamiento de las organizaciones sindicales en los primeros años de represión; las primeras acciones de resistencia y la reactivación sindical, primero a través de huelgas, hasta llegar a las movilizaciones de masas. También indagará en el importante rol que tuvieron las agrupaciones culturales, la Iglesia y las ONGs, el movimiento poblacional y la solidaridad internacional al cobijar los problemas de los trabajadores y sus derechos humanos y laborales.
Esta exhibición, además busca instalar una reflexión sobre el rol del sindicalismo en un presente en que el movimiento se ha vuelto fragmentario y en que han surgido nuevos actores sociales y nuevas generaciones portavoces de las demandas ciudadanas.
La reconstrucción de la memoria
Todos los años, el Museo gira en torno a una temática que permite hacer una re lectura relevando aspectos interesantes de su principal patrimonio: las colecciones permanentes que van desde 1973 hasta 1989, y que constantemente son donadas por personas, instituciones y organizaciones nacionales e internacionales con el fin de conservarlas como memoria colectiva; como también se incorporan materiales inéditos con entrevistas actuales a dirigentes y participantes de los movimientos sindicales, además de libros y documentos que describen y recuperan la memoria.
Si en años anteriores se tocaron temas como los 40 años del Golpe, el Exilio, los Organismos de Derechos Humanos, el 2017 se ha dedicado al movimiento sindical y su quiebre, la represión y su resurgimiento.
La elección de realizar el tema responde la necesidad de relevar aquellas experiencias que son menos visibles, y/o conocidas del Museo, y en las que se encuentra suficiente acervo de material para exponer. Por ello, en el caso de la exposición “La unidad hace invencibles a los trabajadores”, tomada de una frase del líder sindical, Clotario Blest, recoge las piezas que existen en el museo, correspondientes al trabajo que realizaron diferentes agrupaciones gremiales en contra de la dictadura, así como organismos internacionales que hicieron suya la causa sindical chilena.
Algunas de las piezas donadas son de familiares, personas, organizaciones y extranjeros, que permiten rescatar la historia de la Coordinadora Nacional Sindical, en la cual se agruparon sectores de izquierda y el ala más progresista de la DC, el Frente Unitario de Trabajadores, con una base social cristiana, la Confederación de Empleados Particulares de Chile y la poderosa Confederación de Trabajadores del Cobre, que representaba a los sectores productivos más importantes del país. Todos ellos se unieron en mayo de 1983 en el Comando Nacional de Trabajadores (CNT), convirtiéndose en el órgano más representativo del sindicalismo chileno y la base para la construcción en 1988, de la Central Unitaria de Trabajadores CUT.
Sindicalismo en dictadura
Con la llegada de los militares al poder en 1973, el movimiento sindical experimentó un quiebre que lo llevaría hasta sus momentos más críticos, sobre todo por la represión que sufrieron dirigentes y militantes políticos cercanos al sindicalismo.
El fin del Estado de Derecho impidió que los trabajadores tuvieran relación con el proceso de defensa de sus intereses. Existen diversos factores que son parte de este proceso de debilitamiento del movimiento sindical, como la proscripción de los partidos políticos, la crisis jurídica que dio paso a la desaparición de leyes de regulación laboral y sindical, la crisis estructural con la aplicación del modelo neoliberal, la crisis orgánica con la desarticulación de la organización unitaria, y la crisis cultural: el patrón solidario y colectivo del modelo económico anterior (proteccionista) fue sustituido por un modelo individualista y consumista. Esto produjo en parte, que en las filas del sindicalismo se vivieran limitadas sus acciones por el alto endeudamiento de sus afiliados.
En el periodo que se extiende hasta 1978, el movimiento sin intermediadores como antes (partidos políticos), recurre a organismo internacionales como la OIT, la Iglesia Católica, específicamente entre la Vicaría de la Solidaridad y la Vicaría de la Pastoral Obrera, hasta que en 1979 se inicia una nueva fase, con el llamado “boicot internacional”. Es así que surge el Plan Laboral de José Piñera, el cual propició la desaparición definitiva del Estado en asuntos sociales y lo estableció como un árbitro que garantiza el cumplimiento de ciertas normas.
Con estas normas, si en el periodo previo al golpe de Estado la afiliación sindical creció rápidamente, con la llegada de los militares llegó a cero para ir creciendo en forma tímida durante los siguientes años. El tamaño de los sindicatos también descendió, de 140 miembros en 1972 a 72 en 1985, sin embargo, aumentó el número de dirigentes, quienes aprovechaban su fuero sindical para defender a los trabajadores.
En la segunda mitad de la década, al acercarse el final de la dictadura se registró un nuevo repunte en la afiliación sindical, del número de sindicatos, de las federaciones y confederaciones, así como de los trabajadores afiliados a ellas.
Si en los primeros años de la dictadura militar los sindicatos tuvieron labores defensivas, proveer herramientas jurídicas a los afiliados, denuncias de represión y capacitación ante las limitaciones que puso el plan laboral, poco a poco las organizaciones fueron exigiendo al Estado una nueva forma de modelo económico. La vida sindical se re politizó y la figura del dirigente sindical cobró nueva importancia.
El 11 de mayo de 1983, en un contexto de descontento y crisis política, la Confederación de Trabajadores del Cobre convocó a la Primera Jornada de Protesta Nacional. Sería el inicio de un total de seis jornadas que se desarrollarían hasta septiembre de 1986. Fue en ese mismo impulso que nació el Comando Nacional de Trabajadores (CNT). Esta organización tomó el liderazgo de la movilización social de masas en la primera mitad de los años ’80 y elaboró los Pliegos de Chile en 1984 y 1985, donde el movimiento sindical realizó sus demandas a la institucionalidad. En el CNT estuvieron representados amplios sectores de la oposición a Pinochet y posteriormente se sumó a las iniciativas de organización política democrática en la Asamblea de la Civilidad.
En el primer congreso del CNT, de 1986, comenzó una discusión entre las diversas corrientes democráticas que abogaban por el fin de la dictadura para reconstituir una nueva central sindical. Como resultado, el 22 de agosto de 1988, se creó la Central Unitaria de Trabajadores —heredera de la antigua CUT—, que se definió como una organización democrática, representativa, pluralista, autónoma y humanista.
La imposición de las nuevas políticas económicas de la dictadura, cambiaron para siempre la forma de las relaciones en el mundo del trabajo y las culturas organizacionales en el mundo sindical.
Luego de este proceso de reorganización ocurrido en los ‘80, el movimiento sindical fue perdiendo fuerza en la conducción social, con bajas tasas de afiliación, menor actividad de los sindicatos, bajo crecimiento de la tasa de negociación colectiva, fragmentación del mundo del trabajo e individualización de las relaciones laborales. Estos índices responden no sólo a una realidad chilena sino también a una tendencia a nivel mundial.
No obstante, después de los ’90, nuevas organizaciones sindicales surgen a nivel nacional emancipadas de la CUT producto de importantes divisiones históricas de carácter político-ideológicas: Central Autónoma de Trabajadores (CAT, formada en 1995); Unión Nacional de Trabajadores (UNT, creada en 2004); Confederación General de Trabajadores CGT (creada en 2004); que se mantienen activas hasta la actualidad con el desafío de generar mejores condiciones laborales y de calidad de vida para trabajadores y trabajadoras de Chile.
El apoyo y la solidaridad internacional
La solidaridad internacional a las organizaciones sindicales chilenas, configuró un movimiento mundial de grandes proporciones que comenzó sus primeras acciones de denuncia inmediatamente después del golpe en septiembre de 1973 y se mantuvo por todo el periodo de la dictadura. Diferentes centrales sindicales de distintas latitudes canalizaron recursos y financiamiento a organizaciones sindicales chilenas y ONGs que orientaron su labor al mejoramiento de la menoscabada situación de los trabajadores y trabajadoras. Junto con esto, se organizaron manifestaciones pacíficas alrededor de todo el mundo y acciones de boicot, principalmente enfocadas a no apoyar comercialmente ni cooperar con el régimen.
Organizaciones de Mujeres
Las organizaciones de mujeres tuvieron un rol preponderante en la reconstrucción del movimiento sindical. Al trabajo solidario que lideraron en comedores populares e infantiles, en las bolsas de cesantes, ollas comunes, talleres, movimientos de pobladoras y las agrupaciones de familiares, entre otras, se sumó la lucha de las trabajadoras. El Departamento Femenino de la Coordinadora Nacional Sindical tuvo un trabajo mancomunado en un contexto represivo para luchar contra el régimen que dio pie a demandas y reivindicaciones que se plasmaron en documentos como el “Pliego de la Mujer Chilena” (1986), que se exhibe en esta muestra.